La película, para el que no la haya visto se centra en uno de los episodios más épicos de la historia antigua, la batalla de las Termópilas. El del rey persa Xerxes al mando de un ingente ejército decidió someter Grecia, para lo cual debía tomar primero Esparta (con la iglesia hemos topado), que por aquel entonces era un pueblo que vivía por y para la guerra con sus 40 añitos de servicio militar incluidos. Malas bestias eran los soldados espartanos, pero los persas aunque no tan “entregados a la lucha” se valían de su enorme superioridad numérica para mantener un gran imperio. El tema es que para conquistar Esparta había que atravesar un angosto paso, el de las Termópilas, donde el número de persas no importaba tanto (tema1 de estrategia militar básica). Bueno, todo el que conozca un poco la historia sabe que los espartanos les dieron la del pulpo hasta que fueron traicionados y los aniquilaron no sin antes llevarse unos cuantos miles de persas con ellos al hades.
La película narra muy acertadamente los hechos históricos, con un guión bien elaborado que se “flipa” lo justo cuando hay que arengar soldados o hacer que el público se entusiasme, esto siempre es de agradecer el cine yankee que nos tiene acostumbrados a frases del género “somos los más gallos!!!”, “por la libertad la justicia y las hamburguesas!!!”,“a por elloooos ooee!!!” etc... . Sí, yo también pienso que esto da asco pero díganselo al chavalín que se le saltan las lágrimas de la emoción y se le erizan los pelos del escroto cuando el héroe de turno grita “¡Esto es Esparta!”.
Diría que son unos 120 minutos de metraje, ¿seguro?, no diría más bien que son unos 50 minutos si llega a estar rodada a velocidad normal. Cuántísimo tiempo hacía que no se estrenaba una película que abusase de forma tan descarda de la cámara lenta. Sales del cine pensando: “llevo ahí metido dos horas y tengo la sensación de que la película dura la mitad, ¡menuda estafa!”. Y es que la cámara lenta luce mucho más (dónde va a parar) las escenas de guerra, pero sobre todo la hace más económica de producir.
Lo mejor de todo es sin duda la estética que hereda en parte del cómic, y en parte de Frank Millar (Sim city), que en esto de crear una atmósfera única para cada historia es un campeón. Esa estética medio mitológica medio real medio surrealista es sin duda la gran baza del filme, por ser original y terriblemente apropiada para la historia que la desmarca de convertirse en una épica más al estilo de la basura de Troya o Alejandro.
Sin contar con un reparto nada espectacular los actores van a lo suyo, y hacen creíbles los personajes (unos más que otros). Curioso Rodrigo Santoro que interpreta al rey Xerxes con una descarada inclinación hacia tendencias más que de emperador de reinona, en cualquier caso simpático (mal hecho, debería de dar aunque sólo fuese un poco de miedo).
Los 300 despunta en una etapa de cine épico que comenzó brillante hace unos años con Gladiator y decayó bruscamente con otros títulos como los ya mencionados. En definitiva que consume la poca mecha que le quedaba a este cartucho, y si nadie lo remedia de seguir explotando este filón no saldrá de él más que ganga precocinada eso sí, con frases de esas que gustan de exaltar al público americano. No nos rebajemos por favor.
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