miércoles, 9 de mayo de 2007

¡Qué mala es la droga! y qué necesaria para crear ídolos

Con tan sólo media docena de películas José Luís Manzano llegó a ser (a las órdenes de Eloy de la Iglesia) el máximo exponente del cine quinqui de los 80 en España, lo que no es decir cualquier cosa. Su aspecto seminverbe y su carácter extrovertido le llevaron a convertirse en el prototipo de rebelde juvenil a la española con los atributos típicos del buen malo nacional: castizo, chulesco, arrogante, orgulloso, cafre, entrañable y por supuesto drogadicto como mandaban los tiempos. Por desgracia parte de estas virtudes también las desarrolló fuera de la pantalla.
Era nuestro James Dean, pero en buen actor, y aunque ni la fortuna del momento ni los tiempos venideros le fueron propicios, muchos nos sentimos orgullosos del legado que este grandísimo actor dejó tras de sí: Colegas, El pico, El pico 2, La estanquera de Vallecas, Navajeros, Barcelona Sur, son más que películas, crónicas de su tiempo en las que no había tapujos (muchos menos que ahora), en mostrar a un bebé con síndrome de abstinencia, un picazo en toda regla (seguramente hasta real), o las formas fálicas del hombre tan demonizadas en el cine actual. Era cine distinto, con enorme carga social que trataba lo peor de la década y en el que el gran Eloy de la Iglesia sabía como incomodar al espectador mostrando y narrando explícitamente temas como el terrorismo, la droga, la prostitución, la homosexualidad sin filtros ni eufemismos, sólo con imágenes y diálogos crudos y directos como recién sacados de la calle.
En todo este vergel el gran José Luís Manzano encajaba bien, demasiado diría yo, y entre más de los suyos como Antonio Flores, Enrique San Francisco… nos ha dejados escenas inolvidables en obras maestras. Lástima o suerte que un picazo mal metido se lo llevara a la tierna edad de 28 años, y digo suerte porque en verdad mejor echando ortigas que decrépito por la heroína. Muerto el hombre pudo nacer la leyenda.


SLVSE60NP





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